El alumno es el
factor fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y a él
deben ir encaminados todos los esfuerzos que realice el profesor para
llevar acabo su práctica educativa. El profesor debe cubrir todas
las necesidades educativas de sus alumnos y conocer de forma
individualizada los conocimientos que puede alcanzar cada uno de
ellos y proporcionarles un ambiente lo más óptimo posible
(material, experiencias, etc.) que le permita la adquisición de
aprendizajes significativos (Moreno, 1999, 2002).
La formación de los
docentes, es otro de los factores importantes ya que los
conocimientos que los profesores han adquirido en el periodo de
formación inicial, es fundamental para entender y abordar la
práctica educativa dentro del aula. Pero no es suficiente con la
formación recibida en los distintos centros de formación, ya que
nos encontramos en una sociedad de continuos cambios, por lo que los
profesores (que son los encargados de enseñar la cultura y promover
entre sus alumnos las herramientas necesarias para que esta pueda
transformarse) tienen que mantener una formación continua y
permanente que les permita “no desengancharse del vagón” en
movimiento de las demandas sociales.